domingo, 2 de julio de 2017

Los italianos en Cuba



Los italianos en Cuba

Acabo de leer un artículo sobre Orestes Ferrara y me he motivado a escribir un poco sobre la presencia italiana en Cuba.  Sin haber tenido una emigración italiana como la que ocurrió en Argentina o Brasil, siendo ésta bien pequeña, sin embargo ha dejado en nosotros, tanto de siglos atrás como la influencia de la modernidad, un importante sello en nuestra vida y en nuestra cultura.

El movimiento migratorio de italianos en Cuba, desde los tiempos coloniales hasta la actualidad.

Si vamos a hablar de italianos, fue el genovés Cristóbal Colombo, Cristoforo Colombo en italiano, natural de Génova, navegante, cartógrafo, almirante, virrey y gobernador general de las Indias Occidentales al servicio de la Corona de Castilla y descubridor de América y en particular de la isla de Cuba en su primer viaje en 1492, que fue el segundo lugar al que llegó después de haber pisado tierra en la pequeña isla de Guanahani, actualmente en las Bahamas y después los primeros italianos llegaron a Cuba con los conquistadores españoles.

La emigración italiana hacia Cuba fue muy reducida en comparación con otras migraciones italianas en las Américas: unos pocos millares de italianos la hicieron, respecto a los millones que emigraron a Argentina, Brasil, Canadá y los Estados Unidos, donde las colonias eran numerosas y los descendientes ascienden a muchos millones. Prueba de ello es que los apellidos italianos en Argentina, se encuentran con mucha más asiduidad que los españoles.

La primera migración italiana fue promovida por las autoridades cubanas -casi todas de origen española, para lograr el "blanqueamiento" de la población cubana, que tenía una enorme comunidad negra y mulata, ya que en 1841 los cubanos de raza negra habían alcanzado el 60% del total de la población cubana. (Ahora yo creo que esa proporción es mayor porque los blancos son los que mayoritariamente han abandonado el país o no tienen descendencia o esta es mínima y acorde con lo que racionalmente pueden sustentar).

Hay una característica común a toda la emigración italiana en Latinoamérica: los italo-cubanos, aunque muy pocos, alcanzaron niveles muy altos en la sociedad cubana. Por ejemplo, Juan Bautista Spotorno (hijo de una acaudalada familia italiana residente en Trinidad) nació en Cuba en 1832 y fue un patriota cubano que llegó a ser Presidente de la "República en Armas" en 1876.

Solamente a mitad del siglo XIX hubo una muy pequeña colonia italiana en Cuba: eran principalmente hombres de cultura, arquitectos, ingenieros, pintores y artistas en muchos casos con sus respectivas familias. Fueron llamados a Cuba para trabajar principalmente en el embellecimiento de las iglesias, monumentos y edificaciones gubernamentales de La Habana.

Juan Bautista Spotorno, un patriota cubano de origen genovés que alcanzó el grado de Coronel del Ejército Libertador y sucesivamente fue miembro de la Cámara de Representantes de Cuba.5 Spotorno llegó a ser Presidente de Cuba en 1875-1876, cargo que fue caracterizado por su honestidad y rectitud

Algunos italianos participaron activamente en las guerras de independencia cubanas, como Orestes Ferrara que sucesivamente fue editor del periódico El Heraldo de La Habana, y que como vemos en este artículo fue altamente considerado y respetado. Reforzando esta idea, en 1909, es publicado en La Habana el libro “Los mambises italianos”, con de la autoría del sabio cubano don Fernando Ortiz.

Se muestras que en 1931, según el censo cubano, la comunidad italiana era de 1.178 individuos con pasaporte italiano, a los cuales había que añadir casi 10.000 descendientes de italianos (muchos eran hijos ilegítimos de padre italiano y madre cubana).

En 2008 la comunidad italiana en Cuba era de 2.340 individuos, concentrados en la capital y en áreas turísticas como Varadero. Uno de los más famosos es el arquitecto Roberto Gottardi, autor del diseño detallado de la "Escuela de Artes Escénicas" de La Habana. Pero repasemos otros capítulos interesantes de la llegada a Cuba de italianos.


Mantua  y su misterio, que para mí no lo es

La península de Guanahacabibes, fue una zona plagada de piratas y filibusteros durante más de un siglo, fue considerada tierra de nadie. Se dice que en 1605 unos marineros italianos náufragos fundaron en el extremo más occidental de Cuba por el surgidero de Los Arroyos, y su posterior peregrinación tierra adentro en busca de un asentamiento definitivo, fundando la ciudad de Mantua  Estos marinos eran originarios de las regiones de Génova y Venecia. Los elementos que avalan esta aseveración son la devoción exclusiva por la Virgen de las Nieves, venerada originalmente en la Basílica Santa María la Mayor, la primera y más antigua de Roma; la nominación de Mantua como nombre escogido para un poblado occidental, en honor a Mantova, provincia de Lombardía; o la presencia de apellidos como Ferrari, Zaballo, Pesana, Fiallo, Pittaluga, Rizzo, Cosme,  Fiallos, Bordillo, Burusoy, Pereira, Fiorenzano, Puso y Dolden y otros de origen italiano en esa villa.

Los Pittaluga-Piccaluga, eran conocidos como marineros de gran experiencia dedicados al comercio, no fue hasta la segunda mitad del siglo XVII en el que aparece  registrado el primer acto de piratería de un miembro de esta familia en las costas occidentales de Cuba, en la región donde se afirma ocurrió el naufragio del bergantín  cincuenta años antes; lo  cual queda demostrado que los navegantes italianos en el momento del naufragio no ejercían la piratería.

Gran parte de estos marinos italianos formaron familias con españoles de Origen Canario, otros enviaron por sus familias incrementando su presencia en el lugar, como navegantes y comerciantes recorrieron la isla, descendientes de estos marinos se hallan en lugares como: Puerto Padre, Puerto Esperanza, Gibara, Santiago de Cuba, Guanajay, Bahía Honda, Regla, Mayarí, Holguín.
Otros dicen que Mantua que se trata de un topónimo indígena, utilizado antes por el río de igual nombre que atraviesa la ciudad. Es muy aceptado que corsarios frecuentaban antaño aquellos mares alejados de los centro principales de Cuba, pero eso tampoco nos da elementos para definir ancestros italianos. Sin embargo, los historiadores cubanos Emeterio Santovenia, y Enrique Pertierra Serra, este último natural de Mantua, precisan que la tradición oral sobre el origen de Mantua presenta dos variantes, una cuenta que algunos bajeles italianos, confundidos como corsarios, son perseguidos por buques de guerra ingleses, y ya próximos a ser alcanzados, en las inmediaciones de Los Arroyos de Mantua incendian sus bajeles, alcanzan la costa y después se desplazan hacia el interior de la Isla.

La segunda narra sobre un bergantín italiano de nombre Mantua, al mando de Anatoli Fiorenzana, el cual, en el intento de llegar a la costa, naufraga en los arrecifes de coral. Los navegantes consiguen ponerse a salvo en tierra firme en la localidad actual de Punta del Río, desde donde llegan después a Los Arroyos de Mantua.

En ambas variantes la leyenda sigue contando que estos navegantes italianos se quedan establemente en el sitio y construyen un pequeño oratorio o capilla donde veneran una imagen de la Virgen de la Nieve, que traían con ellos en su viaje y que consiguieron salvar a la hora del naufragio.  Los náufragos conseguirían salvar también la placa con el nombre del bergantín, que pondrían a la entrada de la capilla. De esta manera se fundaría Mantua, entre 1605 y 1610. Esta virgen se venera en una de las catedrales más importante de Roma, también en Mantova (Lombardía), en Palermo (Sicilia) y otras partes de Italia. No hay otra forma de llegar a Cuba y pasar a formar parte de su historia, sino traída por italianos.

Pero el hecho significativo es que la Virgen de las Nieves, Vestida de blanco, adornada con flores, es llevada en procesión y venerada en el trópico cubano, y en ese pueblo es identidad de todos, donde se celebra su fecha cada cinco de agosto.  Es ese lugar donde Antonio Maceo terminó la invasión de oriente a occidente, la acción militar más destacada de la Guerra de Independencia de 1895, y que fuera destruído por el fuego a la orden dictada por el general Antonio Varona de incendiar el pueblo, los pobladores vieron cómo sus hogares fueron reducidos a cenizas, en manifestación de rebeldía ante el Gobierno español y a la Reconcentración de Weyler.


La Virgen de las Nieves parece signar el devenir de este pequeño pueblo. La Virgen ha visto su templo y el pueblo destruido pero se convirtió en la patrona de los tabaqueros  y a pesar del enfrentamiento de la iglesia y la revolución, se mantuvo la tradición porque Cuba está custodiada en sus extremos, en Oriente, por la Patrona de Cuba, La Virgen de la Caridad del Cobre y en Occidente, a miles de kilómetros, por Nuestra Señora de las Nieves, Patrona de Mantua, la que lleva allí refugiada tres siglos.

Conocí a un ingeniero en telecomunicaciones cubano, de apellido Ferrari, cuyos ancestros eran de Pinar del Río y me decía que no tenía ninguna duda de su ascendencia italiana y sobre todo de Mantua, que hasta sus abuelos hablaban italiano y nunca habían salido de Cuba. Recordemos que el municipio de Minas de Matahambre y el de Minas son colindantes., por lo que muchos de los descendientes de italianos también pueden estar allí y en lugares como Santa Lucía, La Esperanza y el propio Viñales.


Presencia italiana en las minas de Cuba¨

Con la llegada de los españoles a América, la explotación de los recursos naturales por parte de los colonizadores españoles, trajo consigo el exterminio paulatino de la población originaria de la Mayor de las Antillas, lo que se suplió con esclavos negros africanos, obligados, como sus antecesores, a trabajar bajo un régimen de esclavitud en las minas de la isla.

Pero con los años la decadencia de mano de obra barata, obligó al gobierno español a la contratación de trabajadores extranjeros sobre todo para la extracción de minerales, por lo que  italianos con experiencia en esta rama, obligados por las penurias que afrontaban en su país de origen, engrosaron la larga lista de inmigrantes que arribaron a la isla.

Varios operarios italianos contratados en Liorna (Livorno) en la empresa minera Consolidada del Cobre, jornaleros que zarparon de la península itálica con destino a La Habana en noviembre de 1859, fueron destinados a desempeñarse como mecánicos y peritos en las minas del Oriente Cubano.  Meses después, en julio del año 1860, ante el descontento por el incumplimiento del pago acordado, los mineros italianos paralizaron las labores de extracción y se presentaron ante el Capitán del partido del Cobre quejándose de los atropellos a que eran sometidos. Tras varios días de protestas y de paro total, la empresa se vio obligada a realizar nuevos ajustes.

Al conocerse la noticia, los trabajadores criollos en desacuerdo con la medida tomada, detuvieron sus labores, protestando enérgicamente en defensa de sus colegas italianos, lo que originó una fuerte represión por parte de la policía para el restablecimiento del orden, muchos fueron acusados de provocadores y de iniciar la huelga. Aún la conclusión de la protesta y se desconoce el paradero de este grupo de toscanos, una vez finalizadas las protestas, no se sabe si retornaron a su país de origen o se domiciliaron en el país, pero una cosa es cierta: nunca antes los jornaleros italianos estuvieron tan unidos a los criollos de la Isla.

El descubrimiento de nuevos yacimientos en la zona más occidental de la isla y la constitución de la empresa minera Matahambres S.A el 24 de febrero de 1913, abría un nuevo ciclo en la extracción del mineral en Cuba; a los inicios el reclutamiento de la fuerza de trabajo era deficiente, por lo que se decidió  modificar la escala salarial, establecer la jornada de trabajo de ocho horas y anunciar estas condiciones en los periódicos de los centros mineros de Europa, Estados Unidos y América Latina.   A Matahambre se la considera la segunda mina más profunda de América con 1553 metros. Esta se dejó de explotar en 1997, y hoy es considerada Monumento Nacional.

La recomendación fue aceptada en lo que se refiere a la importación de trabajadores, ya que a partir de 1920, la fuerza de trabajo de la mina se componía en 27 nacionalidades, destacándose un gran número de italianos, procedentes de la provincia de Potenza, situada en la Italia meridional, la región italiana de Basilicata,entre los que se encontraban los hermanos Garofalo y los Amalfi quienes llegaron a desempeñarse como mecánicos y suministradores de madera, para la elaboración de polines destinados a las minas. Apellidos cuya descendencia llega a nuestros días., como es el caso de Manuel García-Garófalo Mesa. Escritor, historiador y diplomático cubano que fue uno de los continuadores de la investigación y catalogación de la bibliografía cubana que iniciara a mediados del siglo XIX Antonio Bachiller y Morales y Rodolfo Rufino Martínez de Osaba Amalfi. Pelotero cubano retirado, jugaba tercera y primera base, lanzador derecho de Fuerza. Conocido como Clavo Osaba o Tata, natural de Minas de Matahambre, Pinar del Río, para señalar dos ejemplos.

Y al respecto recuerdo que como parte de mi trabajo, compartí con los mineros de la Mina de Matahambre, un turno de trabajo de seis horas, lo que evalué en un artículo de estas memorias, como el trabajo más destructivo que puede realizar un hombre.  Ahí hablaba del jefe de la mina, un hombre que me pareció en edad de jubilación por sus arrugas y que solamente tenía 40 años. Este Ingeniero en Minas, que estudió en la Unión Soviética tenía un apellido que no puedo precisar, pero que sin dudas era de origen italiano, y toda su familia, por generaciones, había nacido, crecido y laborado en la mina.
El hermoso Valle de Viñales, entre Mantua y Minas de Matahambre.

La cultura italiana en el patrimonio nacional cubano.

Comenzando por obras arquitectónicas impresionantes, majestuosas esculturas y muchas otras de tipo intelectual o espiritual, muchas de ellas que constituyen patrimonio de la nación, la cultura italiana está presente en nuestra historia y nuestras vidas.

Las fortalezas de los Tres Santos Reyes del Morro y de San Pedro de la Roca, respectivamente, así como el Castillo de la Punta, fueron obras concebidas durante los siglos XVI y XVII por un italiano, el ingeniero militar Juan Bautista Antonelli.

Una extensa presencia de esculturas creadas por italianos, se desarrollaron  durante la primera mitad del siglo XX. El monumento al Lugarteniente General Antonio Maceo, en el habanero parque del mismo nombre, a manos de Doménico Boni; la Estatua de la República, en el interior del Capitolio Nacional, de Angelo Zanelli; la estatua ecuestre del Mayor General Ignacio Agramonte y Loynaz, por Salvatore Boeni; el conjunto monumental dedicado al presidente José Miguel Gómez,, creado por  Giovanni Nicolini; y La Danza de las Horas o Fuente de las Musas, obra de Aldo Gamba, ubicada en los jardines del Cabaret Tropicana.
Castillo de los Tres Reyes del Morro, obra de Juan Bautista Antonelli

En 1863, Daniel Dall' Aglio edificó, en la ciudad de Matanzas, el teatro Sauto, una de las joyas de la arquitectura cubana; el del generalísimo Máximo Gómez (1935) del ya aludido Aldo Gamba, en la Avenida del Puerto. Giuseppe Gaggini, con su bellísima Fuente de los leones (1836) es el artista que inicia el catálogo de la escultura italiana en Cuba. Del mismo autor es La fuente de la india o de La noble Habana (1837); y de Ugo Luisi la estatua de Neptuno (1838). Es de un artista italiano la columna que embellece la Alameda de Paula, el primer paseo con que contó la capital de la Isla, y de otro italiano, Cucchini, la imagen de busto de Colón, en el Museo de la Ciudad. De Pietro Corto es el monumento funerario del obispo Serrano (1878) en la Catedral habanera.

Entre 1850 y 1851 visitó a Cuba, de incógnito, un notable patriota italiano, destacado por sus hazañas militares en Europa y América Latina. El conocido como Héroe de los Dos Mundos y Caballero de la Libertad que simpatiza con los afanes de los grupos independentistas de los cubanos: Giuseppe Garibaldi.


El inmortal tenor Enrico Caruso se presentó en 1920 en escenarios cubanos, pero casi un siglo antes, en 1834, actuó aquí la primera compañía de ópera italiana.

El género operístico italiano se insertó profundamente en el gusto de los criollos, desde las tempranas épocas en que se creara nuestra nacionalidad. A la famosa cantante italiana Marietta Gazzaniga (1824-1884) Matanzas le dedicó un tipo especial de panetela de color amarillo, con forma rectangular y alargada” que posteriormente se le identificaría como Gaceñiga, un popularísimo pan de maíz que ella degustaba.

Luis Mazzantini Eguía  fue un célebre matador de toros español, hijo de un ingeniero italiano y de madre vasca, vivió y estudió en Italia durante su infancia y adolescencia,que triunfó en Cuba en la temporada de 1886-1887, con tanto éxito hasta el punto de que todavía hoy en día los cubanos le recuerdan con frases como "eso no lo hace ni Mazzantini el torero".

Y creo que es hora de hablar de la persona que dió origen a este relato, Orestes Ferrara.

Orestes Ferrara

Muchos dicen que si hubiera nacido en Cuba, hubiera llegado a presidente de la nación. Y no lo dudo, semejante personalidad podía llegar a cualquier parte que se propusiera.

Orestes Ferrara, ha sido uno de los más grandes intelectuales cubanos del siglo XX y sería, probablemente también, el único durante la primera mitad de dicho siglo dotado de un pensamiento de profundidad.

Ferrara, además de un intelectual, fue un hombre de acción y un político exitoso.

A los 20 años de edad, estudiando Universidad de Nápoles y de familia acomodada, deja atrás todo y se va a pelear a la guerra por la independencia de Cuba, donde, en una audaz acción que casi le cuesta la vida, va a dar primero con las tropas del Generalísimo Máximo Gómez y finalmente con las tropas del Mayor General José Miguel Gómez en Las Villas, con quien entabla una entrañable amistad que sería fundamental para su futuro político en la República.

Durante su participación en la Guerra de Independencia Ferrara se comportó de forma tan arrojada que le valió ser ascendido en varias ocasiones, hasta llegar al grado de coronel del Ejército Libertador

El general norteamericano Leonard Wood, gobernador militar de Cuba, nombró a Ferrara gobernador interino de Santa Clara en 1901, mientras que al año siguiente el napolitano se diploma de Derecho Social y Economía por la Universidad de La Habana, y al constituirse el Congreso de la República de Cuba, es nombrado director del Diario de Sesiones del Senado y la Cámara.

El coronel Ferrara asegura en su libro Mis relaciones con Máximo Gómez que: “El hambre, la fiebre, el enemigo, diezmaban nuestras filas. ¡Terrible fue el año noventa y ocho! (…) La actividad bélica era extrema y no nos daba reposo cuando los Estados Unidos intervinieron a nuestro favor con nuestro júbilo intenso y profundo agradecimiento.” Y lo cierto es que no habría elementos suficientes que hagan pensar que ese no sería el sentir general entre soldados, oficiales y jefes de la guerra.

Respecto al intervencionismo estadounidense en general, Ferrara apuntó en sus Memorias: “Al norteamericano, a la luz de la verdad, se le puede acusar de una excesiva vanidad en materia internacional, pero no se puede afirmar que quiera abusar de nadie, ni ocupar territorio ajeno, ni exigir indemnizaciones indebidas, ni apropiarse de lo que no es suyo”. Más adelante el intelectual ítalo-cubano apunta algo que, entre otros factores, vendría a explicar la permanencia en la isla durante más de medio siglo de un régimen marxista de índole absolutista: “El principio de no intervención en sentido absoluto, me ha venido después a probar que aumenta el número de dictadores, deja manos libres a las turbas ignorantes y agresivas, momentáneamente mayoritarias, y permite que todas las infamias se perpetúen haciendo víctimas a los mejores, y victimarios impunes a los facciosos…”

Ferrara durante su aventurera vida participa en más de una docena de duelos, lo mismo a espada que a pistola, de los cuales salió siempre victorioso, tanto en la guerra como después en la convulsiva paz de la República. Ello no le impidió escribir una sólida obra compuesta por más de cuarenta libros entre los que destacan Vida de Nicolás Maquiavelo, Martí y la elocuencia, La correspondencia privada de Nicolás Maquiavelo, El Papa Borgia, Un pleito sucesorio: Enrique IV, Isabel la Católica, El Estado y la sociedad futuros: El mundo por venir, El siglo XVI a la luz de los embajadores venecianos, Una mirada sobre tres siglos: Memorias. Entre esa copiosa bibliografía no podemos dejar de mencionar su detallada y muy consultada obra La guerra europea: causas y pretextos.

Era un hombre de refinado gusto y cultura sólida que ganó celebridad en América y Europa por sus enjundiosos volúmenes dedicados a figuras y hechos del Renacimiento;
Carlos Márquez Sterling , gran intelectual fallecido en el exilio en Miami, escribió: “Hay otro Ferrara, del cual no se ocuparon mucho los políticos, y que no conocen las generaciones más nuevas, que le ha dado la vuelta al mundo con sus libros, sus conferencias, sus folletos, y su enorme personalidad… Ferrara reunía grandes cualidades. Talento, valor, audacia, tacto, prudencia, espíritu de aventura, ideales, realismo, romanticismo, destreza, habilidad. Sentido del límite, conocimientos diversos, una cultura inmensa. Hablaba varios idiomas y poseía un saber hacer las cosas que nunca le fue superado por sus contemporáneos”.

Orestes Ferrara ocupó muchos de los más altos cargos y rangos de la política cubana, entre ellos Secretario de Estado, Embajador de Cuba en Brasil, Embajador de Cuba en Estados Unidos de América y Delegado de Cuba ante la UNESCO, y tuvo relaciones con las más descollantes figuras de las finanzas y de la nobleza de su época, así como de la literatura y el poder político, entre estas últimas figuras cabe mencionar, entre muchas otras, al profesor italiano Francesco Saverio Nitti, al  dictador español Miguel Primo de Rivera, al poeta italiano Gabrielle D'Annunzio, al dictador español Francisco Franco, al dictador italiano Benito Mussolini, al primer ministro inglés Winston Churchill, a los presidentes estadounidenses William Howard Taft, Herbert Hoover y Franklin Delano Roosevelt, y al poeta francés Paul Claudel.

En 1940 sobrevivió a un atentado cuando se dirigía a la Asamblea Constituyente que debía aprobar la nueva Constitución de la República de Cuba ese año, recibiendo diez impactos de bala de desconocidos que dispararon desde un auto a gran velocidad  en la esquina de la Avenida de Infanta y San Miguel, Orestes se montó sólo y sangrando en un taxi y se fue a curar a un hospital de emergencias. El chofer que conducía el auto de Ferrara murió en el sitio; sobre el timón del auto.

Pero, antes en 1933, a la caída del gobierno de su amigo de la Guerra de Independencia, el General Gerardo Machado, había acompañado al mandatario en su huida a Nassau, siendo el último de los altos funcionarios en abandonar el Palacio Presidencial, minutos antes de que las turbas envalentonadas lo ocuparon y saquearon, para acto seguido dirigirse a una entrevista con el jefe del Ejército y entregarle al militar el archivo del Gobierno, antes de dirigirse a su casa, en cuyo lugar se produce un intercambio de disparos entre sus escoltas y los elementos revolucionarios que pretenden asesinarlo. Finalmente logra huir en su hidroavión desde los muelles, minutos antes de que estos fueran ocupados por un numeroso grupo de estudiantes, marinos y soldados sublevados quienes se tuvieron que conformar con hacer fuego de ametralladora contra la nave, que recibió aproximadamente cincuenta impactos de bala.

Ferrara fue un pensador y un defensor de la libertad individual, rara avis en el siglo XX cubano, que supo percibir el peligro de las tendencias estatistas no sólo en Cuba, sino también en Estados Unidos y, en ese sentido, tuvo el valor de opinar y escribir en contra de los íconos establecidos.  

En sus Memorias también manifiesta: “Soy igualmente un sempiterno anti-estatal, por odio intuitivo a la burocracia, especialmente a la de los países latinos. No cabe duda que la limitación de las funciones  estatales impulsan la colectividad humana hacia el mayor bienestar. Considero que el orden es la primera  necesidad de la vida colectiva, pero cuando es espontáneo, cuando es la resultante del concurso de la voluntad general. El Estado, a mi entender, es indispensable para impedir el abuso, no para crearlo; para reprimir la violencia, no para ejercerla; para armonizar los intereses procomunales, no para dominarlos.”

Tal parece que era una premonición de lo que ocurriría en Cuba después del año 1959.
Siguiendo ese razonamiento Ferrara ve en la derrota de Gerardo Machado en 1933, no el inicio de la madurez democrática de la República, como muchos quieren aún creer, sino el inicio del fin de la República, y en la derrota de Fulgencio Batista en 1959, no la esperanza de una era de derecho y desarrollo bajo el restablecimiento de la Constitución de 1940, sino el fin mismo de la República; y es que Ferrara percibía, sin ser propiamente un machadista ni mucho menos un batistiano, que Machado y Batista, dadas las deterioradas circunstancias nacionales, como hombres fuertes, con sus errores y sus horrores, serían no la solución pero sí un valladar momentáneo, mal necesario, frente a la avalancha de la demagogia que se desbordaba en delincuencia organizada, disfrazada de pueblo enérgico y viril que llora.

Paradójica fue la vida misma de Ferrara; fue, sin duda un visionario integral.

Muchos le atribuyen frases despectivas hacia Cuba, el país donde pasó la mayor parte de su vida, por el que sacrificó, sus comodidades, donde se jugó la vida, donde creó una familia. Pero de esos miserables está llena la historia.  No es más que una parte del doble juego de la patria cubana que es hoy de una fisicalidad temporal; se trata de un mundo elusivo con dos capitales: La Habana y Miami. Una y la otra son centros doctrinales que se han autoasignado diferentes historias, que honran a diferentes héroes y se disputan a José Martí exaltando las ideas de mayor conveniencia y censurando según los intereses del momento, sin tener en cuenta la verdad histórica.

Orestes Ferrara dió origen a una expresión política cuando exclamó: “Esta es una República de café con leche y chicharrones”. Se interpreta como una ofensa cuando en verdad alude a que en Cuba, todo se discute, soluciona, conversa o comparte delante de una taza de café con leche.

También se le atribuye falsamente el dicho de que Cuba es una isla de corcho, que no se hunde, obra del ensayista cubano Luis Machado quien publicó su obra La isla de Corcho.
Para ello se basó en la geología, ya que unos científicos afirman que la isla de Cuba se sumergió por tres veces en el fondo del océano, para reaparecer otras tantas, como el Ave Fénix, de entre sus propias cenizas, pero el libro  también se refiere a que todos hacen por hundirla y sin embargo sigue flotando. La prueba más fehaciente de que Cuba es una Isla de Corcho y buen corcho, la dió el surgimiento de la Revolución Cubana y su sistema antilógico durante más de 50 años. Nadie ha hecho más por hundirla, y sin embargo sigue flotando.
  
Ferrara nos dejó, desde el punto de vista material, el edificio que acoge al Museo Napoleónico de La Habana, a un costado de la Universidad, y que fue originalmente una casa de vivienda bautizada como  la  Dolce Dimora por su propietario, el que no regresó a La Habana después que la revolución triunfante lo destituyera como Embajador ante la UNESCO.  Inspirada en un palacio renacentista florentino del siglo XVI, la hermosa mansión fue diseñada y construida por los arquitectos Govantes y Cabarrocas a finales de la década del veinte del siglo pasad y en ella prevalece el empleo de mármoles italianos, cristales europeos, hierros forjados y maderas preciosas.

El museo atesora más de siete mil obras, de gran valor que provienen de objetos adquiridos por el multimillonario cubano Julio Lobo Olavarría, donaciones recibidas y compras realizadas por la institución.

Sus valiosos fondos constituyen la más extensa y variada colección de piezas de la época napoleónica. También incluye objetos personales pertenecientes al emperador de los franceses o relacionados con su vida, los que abarcan distintos períodos del Imperio Napoleónico, como el reinado de los Borbones, la Revolución Francesa, el ascenso de Bonaparte al poder, el Consulado y el Imperio, el momento de las principales batallas, el regreso de la isla de Elba y la batalla de Waterloo. Entre las piezas más significativas de la institución está la mascarilla mortuoria de Napoleón Bonaparte, traída a Cuba por su autor, el Dr. Francesco Antommarchi –médico de cabecera del estadista hasta su muerte–, quien luego de residir en Nueva York, se asentó en la oriental provincia de Santiago de Cuba.

Y si de frases se trata, estas sí son realmente de Ferrara.  En un encuentro se aparece Fulgencio  Batista y alguien hace un comentario sobre el militar y político: “Parece negro”,  y responde Ferrara: “no, parece blanco”.

Siendo Presidente de la Cámara de Representantes, tiene un altercado con un colega que le dice: “Doctor, yo también pasé por la Universidad”, a lo que Ferrara le respondió: “el tranvía también pasa por la Universidad”.

Sin duda frases muy ingeniosas y simpáticas.

Otros personajes italianos influyentes en Cuba.

Hay otros personajes italianos que no fueron políticos, pero que tuvieron gran influencia en la economía, en la política y en la sociedad cubana en general. Ellos fueron Amleto Battisti,  Amadeo Barletta, Al Capone, Meyer Lansky (no era italiano, sino judío, pero llegó a ser el máximo representante de la mafia italiana en Cuba), Santo Trafficante Jr. y Charles “Lucky” Luciano.

Amleto Battisti y Lora, fue un negociante y comerciante uruguayo de origen italiano radicado en La Habana, vinculado a los grupos mafiosos que operaban en Cuba antes de 1959. Era propietario del hotel Sevilla, donde vivía, y se le consideraba el más poderoso de los banqueros de los juegos de azar y de los prestamistas o garroteros. Y esto incluía a los políticos, a los que a través de su banco hacía fuertes préstamos.


Controlaba una lotería particular. Desde su llegada a Cuba, en 1936, mantuvo vínculos estrechos con el entonces coronel Fulgencio Batista, y casi de inmediato, luego de su arribo, se hizo con la presidencia del Jockey Club y de la Compañía Cubano Uruguaya para el Fomento del Turismo, que operaba el hipódromo Oriental Park, de Marianao, donde tenía fuertes intereses en su casino de juego.

Battisti, cuando compró el hotel “Sevilla Biltmore”, lo remodeló e instaló, en su última planta, un lujoso restaurante y cabaret, así como un estupendo casino. Pero cosa rara, en la carta-menú del restaurante, no se ofertaban platos italianos.

Amadeo Barletta

Amadeo Barletta. Fue un diplomático y empresario italiano que radicó en Cuba durante la primera mitad del siglo XX, siendo el representante de la firma General Motors, dueño del Banco Internacional de La Habana y del Canal 2 Telemundo., todo un imperio financiero en sus manos.

Fue uno de los creadores del Grupo Ambar, una de las empresas líder en el mercado automotriz en todo el Caribe, denominado en Cuba Ambar Motors, con un edificio majestuoso en la céntrica Calle 23, Calle P e Infanta en el Vedado, donde radicaba su televisora y el salón de exposiciones de vehículos de la General Motors.

En 1933 es acusado de conspirar contra el gobierno y la vida del dictador Rafael Trujillo, ya que allí tenía sus negocios y estaba casado con una dominicana, Al salir de República Dominicana, se establece en Cuba en 1939, donde es nombrado cónsul, desarrolla la empresa automotriz, (Grupo Ambar),  Am de Amadeo y bar de Barletta, siendo el primer empresario fuera de los Estados Unidos en recibir el derecho de distribuir los vehículos de General Motors.
Al declararle Cuba la guerra a los Países del Eje, abandona La Habana con destino a Argentina, desde donde regresó en 1946, recuperando los negocios y su residencia.
Edificio Ambar Motors en la calle 23 e Infanta, zona privilegiada de La Habana.

Fue dueño también del periódico “El Mundo”, de amplia difusión y en cuya redacción aglutina a sobresalientes periodistas de la época como Raúl Roa, Carlos Lechuga, Luis Gómez Wangüemert, Emilio Roig y Manuel Bisbé, quienes imprimieron gran objetividad a la publicación.

En ambas entidades, permitió ciertas libertades editoriales, con el objetivo de ganar adeptos y aumentar el capital, aunque siempre se cuidó de que ambos medios no fueran considerados subversivos y quienes proyectaron una evidente filiación revolucionaria fueron excluidos.En 1959, al triunfar la Revolución Cubana, se va de Cuba y se asienta nuevamente en la  República Dominicana


Al Capone, el contrabando de licor y su falsa casa en Varadero.

Uno de los gangsters más famosos del siglo XX en todo el mundo, y atrevo a decir que pasará a la historia como el mafioso más famoso de la historia, es Al Capone. Alphonse Gabriel Capone reinó en el hampa de Estados Unidos en los años ’20 y ’30 y vivió e hizo su fama y fortuna en Chicago de la mano del juego y el contrabando de alcohol. Para entonces Cuba era una especie de Las Vegas y hasta aquí trasladó Capone parte de sus negocios, sobre todo el de contrabando de bebidas alcohólicas.

Cuentan que en Varadero construyó una casa, un típico chalet californiano de paredes de piedra, balcones con madera y techo de tejas, con el fin de que fuera su casa de veraneo y se ha conservado.  Esta casa,  hoy el restaurante Casa de Al se construyó en la década de 1930 y fue una de las primeras viviendas del reparto Kawama, a la entrada del balneario de Varadero.

Pero para esa fecha Al Capone estaba en la cárcel, de la que nunca salió, y que, aunque el sitio turístico lleva el nombre del mafioso, esta realmente no fue su casa y no conocemos referencias históricas de que alguna vez haya estado en ese lugar. En realidad, esta casa fue propiedad del coronel Eugenio Silva Giquel, presidente de la “Cámara de Comercio de Varadero” la que fue fundada el día cinco de marzo de 1941, , y quien también fue socio del “Club Kawama”, del Club Rotario de Cárdenas, la Cámara de Comercio de Cárdenas, el Club Náutico de Varadero y el Vedado Tennis Club y Country Club de la Habana.
 
La urbanización de Kawama se efectuó en la década de 1940 y consolidó el destino de Varadero como lugar de descanso,  El 28 de octubre de 1931, el coronel del Ejército Libertador Eugenio Silva Alfonso, casado con Georgina Giquel Echeverría, compró el potrero titulado Cueva del Muerto, en el barrio de Guásimas, compuesto de 4 caballerías de tierra.

Dentro de la casa, encontramos en las paredes fotos del mafioso, encontramos luego en el portal una fotografía tamaño natural de Al que nos da la bienvenida vestido de negro y fumándose un buen tabaco cubano, Se muestran artículos de la prensa de la época donde lo mencionan, así como algunos datos sobre su vida y obra tristemente célebres. También, dentro del edificio, el visitante puede tomarse “un traguito” en el Bar Capo, repleto de historias y fotografías sobre este enigmático hombre.

Pero eso es todo, aparte del ambiente y de la sabrosa comida y tragos, ni Al Capone, ni sus secuaces nunca pasaron por allí.

Al Capone favoreció a Cuba con su repetida presencia, era asiduo al sexto piso completo del Hotel Sevilla Biltmore, el elegante hotel localizado en la Habana Vieja y propiedad de Amleto Battisti. Hasta el presente hay una suite en el sexto piso, al final del laberinto que es ese piso, con una placa que citando que allí era frecuente la presencia de Capone, el famoso gangster italoamericano.

En 1928 Al Capone aparece inaugurando una piscina en un suburbio de La Habana, Marianao, muy cercana al hipódromo de Oriental Park.  La piscina fue cerrada poco después, y le dijo a la prensa que en un país donde había tantas y tan buenas playas, ese no era un negocio muy rentable. Pero no fue ninguna pérdida para él, aquello era solamente una cobertura para su negocio de tráfico clandestino de licores, mientras imperaba la Ley Seca en los Estados Unidos.

Al Capone llegó a La Habana en avión privado en el invierno de 1931 para llevarse 2000 cajas de whiskey almacenadas en el Caney, cercano a Santiago de Cuba, a 1000 kilómetros de la capital. A operación de contrabando de licor se vio frustrada porque un miembro de la policía secreta cubana, que también era agente del servicio secreto norteamericano, se enteró del hecho, por lo que Capone y su grupo fueron escoltados por una docena de policías que los obligaron a irse inmediatamente hacia Miami.  Ello fue ampliamente cubierto por la prensa, a la cual el gangster se quejó de lo inhospitalaria que resultaba la policía cubana hacia un americano distinguido como era él.

Gran parte del empoderamiento de la mafia norteamericana se debió al contrabando de licores provocado por la irracional Ley Seca puesta en vigor en ese país por trece años.

Santo Trafficante.

Santo Trafficante Jr. fue uno de los últimos jefes de la Mafia de Estados Unidos. Controlaba las operaciones de la delincuencia organizada en Florida, que anteriormente fue consolidada a partir de varias bandas rivales de su padre, Santo Trafficante, Sr. Fue también famoso como uno de los más poderosos mafiosos de la era Batista en Cuba
Trafficante nació en Tampa, Florida, de padres sicilianos.

El negocio legítimo de Trafficante en Cuba incluía varios casinos legales, entre ellos el Hotel Capri, un teatro al aire libre y drive in (Novia del Mediodía) en La Habana, el casino del Cabaret Sans Souci, el casino del Hotel Habana Hilton, y del Hotel Comodoro.

El Capri fue uno de los primeros en ser construido. Ubicado en la Calle 21, a sólo dos cuadras del Hotel Nacional, abrió sus puertas en noviembre de 1957 y con sus 250 habitaciones, fue uno de los mayores hoteles y casinos en La Habana durante su apogeo y en el cual George Raft fue contratado para ser la imagen pública para el club del hotel durante sus días de gangster en Cuba.

Por supuesto que la revolución también acabó con su enorme poder en Cuba.

Meyer Lansky.

Dicen que los mafiosos en la Habana no comían espagueti. Lansky era adicto a la comida judía y Luciano enamorado de la comida cubana. Pero Meyer Lansky en la historia de Cuba es un capítulo aparte.

Ante la Ley Seca en los Estados Unidos, la mafia se convierte en una fuerza imparable. El comienzo de las operaciones de La Mafia en Cuba se remonta a los años veinte y continúa en los treinta, con el tráfico de alcohol entre las costas de Cuba y la Florida, con el fin de abastecer parte del mercado clandestino determinado por la ley seca en el territorio norteamericano.

Las condiciones para un seguro comercio ilegal entre ambos territorios fueron pactadas entre el gobierno del coronel Batista, que gobernaba a Cuba en esa época, y por Meyer Lansky, tesorero de la Mafia y hombre de confianza absoluta en ese entonces del “capo di tutti capi” de Nueva York, Charles “Lucky” Luciano.

Paras ello se hizo necesario tener un cuartel general en Cuba del crimen organizado, dadas por la cercanía de Cuba al territorio de EEUU, la tolerancia, el soborno y la protección que brindaban las autoridades de la Isla a sus planes de negocio, creándose las cuatro “familias de La Habana”, al frente de las cuales estaban Amleto Battisti, Amadeo Barletta, Santo Trafficante (padre) y el Meyer Lansky, quien siendo tesorero de la organización actuaba como coordinador de este grupo. Centros turísticos (hoteles), inmobiliarias, bancos y casinos de juego, fueron sus primeros objetivos.

A Meyer Lansky,  el FBI lo consideraba un cerebro financiero y constructor de vastos imperios de juego en Las Vegas, Cuba y Las Bahamas. Sus adláteres lo tenían como el más grande contrabandista de América en la década del 20 y fue considerado, por tres décadas, como el más temido cabecilla de los gángsters del siglo y quizás de todos los tiempos.

Los estudiosos e historiadores aseguran que desde los años treinta hasta el triunfo de la revolución en enero de 1959, no hubo un evento político o de gran negocio, en el cual las manos de Lansky no estuvieran detrás. Meyer Lansky instaló su cuartel general en La Habana, en La suite 829 del histórico “Hotel Nacional de Cuba”, desde donde gobernaba con mano de hierro. Cuentan que en el Salón Aguiar de ese hotel, extremadamente lujoso, se servían exquisitos platos internacionales, pero no espaguetis.

Pero hay que decir que Lansky, aparte de su notable inteligencia, demostrada como cerebro financiero de la mafia, era persuasivo y de muy refinadas costumbres, siempre aficionada a los mariscos y los pescados frescos y a otros bocados más apetitosos de tierra y de cabellos largos. Hay que Lansky era conocido como judío y nació en Grodno, un lugar de Polonia que después pasó a ser parte de Lituania y finalmente de Bielorrusia, así que si tuvo afición a las pastas fue porque sus compinches eran casi todos italianos, pero no por sus orígenes.

Frecuentaba restaurantes de alta cocina y de especialidades marinas, entre ellos uno situado junto al litoral habanero llamado “Las Culebrinas”, donde degustaba el camarón, más a su gusto  solo hervido y con limón . Es curioso que este centro ya no existe pero en Miami conocí uno de igual nombre, que como muchos casos debe ser el sucesor del original en la nueva Habana.

También gustaba mucho de “La Terraza de Cojímar”, que era también preferido por Hemingway, pero nunca se encontraron. O en “El Castillo de Farnés”, especializado en mariscos y comida española, donde habitualmente comía una “Paella especial”.  Ya he hecho referencia en un artículo especial dedicado a este restaurante, y mis primeros encuentros con el pulpo a la gallega que hacían en ese lugar, no miento si digo que jamás lo he vuelto a comer igual.

Esos eran las plazas preferidas para hablar de negocio o compartir con las personas de su máxima confianza.  Tampoco era ajeno a un restaurante que he mencionado mucho y que fue uno de mis preferidos “El Monseñor”, de refinado estilo francés y exquisitas preparaciones de mariscos y la especialidad: filete Mignon, y además situado justo frente al Hotel Nacional. Y más adelante veremos el barrio judío y el restaurante de Boris, donde frecuentaba.

Y de la afición de Meyer por seres del pelo largo, debemos mencionar la historia de Rachel, actriz de películas pornográficas que se proyectaban en el antiguo teatro Shanghai de La Habana, la que fue su amante.  Tras el estreno de Venus en el paraíso, que provoca un gran escándalo, Rachel desaparece.  Un libro ganador de un concurso de novela en España, “El pensamiento de los Ahorcados”, de Gregorio León, también con otra significativa novela sobre el tema, “Murciélagos en un Burdel” especula entre realidad y ficción sobre lo ocurrido con la mujer más bella de La Habana, con la presencia impactante de personajes como Rita Hayworth, Lucky Luciano o Santos Trafficante, Benny Moré, Fulgencio Batista, y por supuesto Meyer Lansky, el gran sospechoso de su desaparición.  Es una historia de mafiosos y venganzas, pero sobre todo, es una historia de amor imposible, la que sostienen el chofer de Lansky y Rachel. A fin de cuentas, los hombres siempre acaban enamorándose de la mujer equivocada.

Después apareció Carmen, la amante cubana de Meyer Lansky.  Alguien que la conoció dijo a un periodista norteamericano que era la mujer más bella que había visto en su vida. Lansky compartía con ella un piso alto en el Paseo del Prado, donde vivía además, la madre de Carmen.  Lansky y Carmen se conocieron en El Encanto, la lujosa tienda por departamentos de Galiano y San Rafael. Aquella relación fue algo insólito en el cabecilla mafioso, que no se permitía esas libertades. Lansky mantuvo a Carmen en el ostracismo y la oscuridad más profundos, no solo porque le aterrorizaba que su esposa Teddy pudiera enterarse de aquel amor clandestino, sino porque siempre criticó en sus socios esos amoríos secretos, que calificaba como una debilidad.

Lansky salió de Cuba en enero de 1959, luego del triunfo de Fidel Castro y regresó en marzo del mismo año para sacar a Carmen de la Isla, pero no la encontró.  Nadie más volvió a saber de ella.

Algo después, Lansky hablaba de los 17 millones de dólares, en efectivo, que no pudo sacar de La Habana en enero del 59, y que nunca pudo recuperar.  A la sazón surgen varias preguntas:
¿Los dejó guardados en el piso de Carmen, en el Paseo del Prado? ¿Desaparecieron con ella aquellos 17 millones?

Peregrinar de Meyer Lansky por La Habana.

Uno de los sitios que Lansky solía visitar era un taller de joyería en el que fabricaban cadenas de oro y réplicas de monedas mexicanas, de oro macizo.  Este taller era propiedad de un hebreo al que todos conocían por Meyers. Cada vez que Lansky visitaba zonas de La Habana Vieja, solía acudir al taller de Meyers, donde siempre compraba algunas monedas, para obsequiarles a ciertas amistades.

En ese barrio, entre las calles Muralla Y luz,  residían muchos hebreos; sobre todo de origen polaco: comerciantes, vendedores, tenderos, almacenistas. La calle muralla era famosa por las telas y mercería barata y variada. A Lansky le encantaba eses barrio porque ahí podía sentir
ese olor peculiar de las comidas judías, a la hora en que se preparaba la cena.

El joyero Meyers vivía con una mujer un tanto joven, una mujer muy bonita; residían a media cuadra del taller, en un pisito muy bien amueblado, muy bien arreglado, en el mezzanine de un edificio que se encontraba en la esquina de Compostela y Luz. En ese edificio, con un comercio bar en los bajos, donde cualquiera podía observar los vestigios de la bohemia habanera.  Pero había otra cosa que lo atraía, una panadería existente entre las calles Luz y Sol, donde se fabricaban varios tipos de pan hebreo, compraba y hacía una caminata por los alrededores del Arco de Belén, comiendo pedacitos de pan; pedacitos que arrancaba de los diferentes panes que había comprado.

Esa zona, a la que le decían "la placita de los judíos",  Compostela entre Luz y Acosta, era un barrio de muchos polacos. La zona comprendida entre las calles Muralla y Sol, Luz y Acosta, y también Egido, hacia el mar, hacia la Avenida del Puerto. Era una zona donde había muchos comercios propiedad de polacos, los que eran emprendedores, inteligentes, tenaces, trabajadores y gente muy sufrida, que había emigrado hacia La Habana a raíz de la II Guerra Mundial. Y era en esos lugares donde Lansky sentía los olores de su niñez.  No en balde, en una frase para mí histórica, el destacado escritor cubano Eliseo Alberto Diego, conocido por Lichi, quien dijo desde su exilio en México; “la patria es la comida”.  Los olores de la comida son los olores de la patria, y no hay nada más cierto.


Y los olores de la cocina francesa y española se podían sentir a lo largo del Paseo del Prado y en los aires libres de los cafés nocturnos que abrían sus puertas o no las cerraban, nunca frente al Capitolio Nacional y hasta la calle Monte, pero Lansky prefería ir a comer al restaurante de Boris. Allí se comía de manera espléndida; y se servían los mejores vinos, botellas que se ponían a la mesa una vez descorchadas, una vez degustado el vino, el propio Boris le instalaba unas tapas de corcho sobrecubiertas con una corona de plata y una inscripción en hebreo donde solían desearle al cliente toda suerte de felicidad y mucha salud.

Lo de Boris era lo que se dice un restaurante de lujo, pequeño y para el cual había que hacer reservaciones, donde los sirvientes hablaban inglés y hablaban también el hebreo, pero a pesar del protocolo, era un lugar muy acogedor, y el judío Boris, en persona, atendía a los clientes. Los recibía en la puerta y los sentaba en los sitios de su preferencia. Allí era como si uno estuviera comiendo en su propia casa; y como es lógico, por ese restaurante pasaban muchos hombres de negocios, que no eran cubanos precisamente.

Pero Boris era una persona que resultaba un tanto extraño. A pesar de sus finos modales, tenía muy mal carácter y no le aguantaba majaderías a nadie. Todo terminó en que a a Boris lo habían baleado en la misma puerta de su restaurante. A  Lansky le entró una cierta apatía, un poco de tristeza, de nostalgia quizás, o tal vez un sentimiento inexplicable, al conocer que a Boris lo habían cosido a tiros.  Era el mes de diciembre de 1958 y Boris no tendría más de cincuenta años; poseía un pelo entrecano; y era fuerte, musculoso, con ademanes muy precisos; y siempre andaba muy elegante y uno podía notar su energía, cuando hablaba, cuando se dirigía a las personas, como si estuviera impartiendo una orden, era suave en sus modales. Pero todo parece indicar que el pasado de Boris no estaba muy claro.

De hecho no se sabe sus orígenes, pero se hombre no tenía ningún parecido con esos otros judíos polacos que se dedicaban a la venta de telas o a vender misceláneas en las aceras de la calle de Muralla; comerciantes tan buenazos.

                                        Meyer Lansky y Fulgencio Batista

Meyer Lansky y Batista tuvieron vidas paralelas muy parecidas.

Fulgencio Batista nació en tierras de la United Fruit Company y desde su infancia trabajó como jornalero, pero nunca perdió de vista su objetivo: los Estados Unidos, al que siempre le fue fiel. Igual que Lansky, fue un autodidacta ya que la miseria hizo que la escuela fuera solo para saber las primeras letras. Batista a los trece años, con sus ahorros, se hizo de la biografía de Abraham Lincoln. Fue la primera piedra de  su colección de libros, que sería considerada como una de las más importantes bibliotecas privadas de la isla. Es cierto que Batista tenía una biblioteca con siete mil volúmenes, que escribió poesía, y que después de su caída publicó varios libros algunos justificándose. Era un dictador ilustrado, lo malo es que primero fue dictador y en segundo lugar ilustrado.

Estos dos personajes quisieron a toda costa borrar su pasado miserable con modales obsequiosos y grandes proyectos. Pero  Lansky y Batista no coincidían en un punto: su imagen pública. A pesar de su look siempre impecable y enorme colección de corbatas, Lansky cuidaba como el que más su privacidad, un halo de secretismo envolvía al capo. Batista por su carrera militar y posterior carrera política, gustaba de cierta mundanidad. Apodado desde su juventud, el Mulato Lindo, Batista, jugaba con su imagen.

Fue así que Batista y Meyer juntos, acometieron el proyecto llamado Dólar Redondo, que consistía en controlar desde el billete de avión, los taxis, los coches de alquiler, los hoteles, los casinos, los espectáculos, las drogas, hasta la prostitución. Las ganancias se las repartiría con Batista.


La prostitución era entonces una de las actividades más rentables de La Habana.

Cuenta el director de cine cubano Enrique Pineda Barnet, que "de joven fue a visitar el teatro Shangai, que ya sí era  Shangai, era un teatro porno, ¿porno? ¡Pobrecitos! La pornografía era tan ingenua y tan pacata, pero, bueno. Y ahí sí escribí una obrita, para una obra de teatro mía contemporánea, escribí una obra absolutamente porno para divertirme, que Don Juan Tenorio, en parodia, donde Don Luis y Don Juan se batían con espadas que eran penes tallados y la Sor Inés era una monja que se encaramaba la falda hasta las ligas, cosas de esa índole".

Sin embargo hay otros testimonios de la época que dicen que en el teatro Shangai, por un dólar y veinticinco centavos se podía ver un espectáculo de desnudos sumamente obsceno, y en los intermedios ver las películas para adultos más pornográficas del mundo.  Esta era la valoración de Graham Green en su libro "Nuestro hombre en La Habana".

El carnaval de la carne se hacía visible en la cantidad de burdeles y espectáculos en que el sexo podía tener las formas más variadas y grandilocuentes. El hampa en La Habana acaparaba los lugares en donde la prostitución era el ingreso más importante. Este tipo de negocio representaba, junto con el juego,  el capital simbólico de la mafia extranjera en la isla. Era el símbolo de «hospitalidad» hacia los más importantes políticos norteamericanos de visita en La Habana.. En 1957, el senador de Massachusetts y después presidente, John F. Kennedy, aceptó una invitación del senador Smathers, quien era gran amigo de Lansky y Trafficante. En el Hotel Comodoro, se organizó una gran orgía para Kennedy.

El burdel más reputado de la ciudad era gerenciada por una española, Doña Marina, y financiada por Santo Trafficante. «El Templo de Marina», era catalogada como la casa de citas más lujosa del hemisferio occidental.

La Habana sería una franja hotelera llena de casinos, de clubes, de cabarets, de exquisitos burdeles, que iban a fascinar al mundo entero. Una Habana a la que se podría arribar en grandes aviones de reacción; pero a la que también se podría viajar en hidroaviones, en barcos, en yates y cruceros; en helicópteros...El  ambicioso proyecto comprendía una cadena de hoteles con sus correspondientes casinos, y repartos, a lo largo de la costa norte, entre La Habana y Varadero, y una planta eléctrica. Con esos fines se construyeron el túnel de La Habana y la Vía Blanca; se adquirieron tierras al oeste de la capital y urbanizaron futuros repartos desde Colinas de Villareal hasta Brisas del Mar.

 Hotel Havana Riviera.

Bajo la regencia del mafioso aparecieron los lujosos casinos de juego que hicieron época como los de los cabarets Montmartre, Tropicana y Sans Souci; que se reprodujeron en hoteles como Nacional, Sevilla-Biltmore, Comodoro, Deauville y Capri. Se preparaba otro en el lujoso Chalet de Valle, en Cienfuegos, anexo al flamante hotel Jagua. Se fundó una escuela de dealers y se enviaron alumnos a Las Vegas para su especialización.Entre los casinos de Lansky, estaban el Habana Riviera, el Nacional el Montmartre y otras muchas propiedades menores.

Pero el Riviera era la niña de sus ojos, y cumplía con creces el objetivo propuesto y otro más personal para el cerebro financiero de la Mafia: sacarse la espina del fiasco en que los retrasos y sobrecostes habían convertido la construcción del lujoso Flamingo Hotel de Las Vegas, a cargo del pistolero Benjamin Bugsy Siegel, amigo y socio de Lansky. Ese había sido uno de los temas estrella de la histórica reunión de capos mafiosos celebrada en diciembre de 1946 en el Hotel Nacional de La Habana, en el que acordaron dar “la orden” por la que el hampón apareció muerto a balazos seis meses después de la cumbre de La Habana.

Y todo ello tuvo un antecedente: la visión de Salvatore Lucania, más conocido por Charlie “Lucky” Luciano.


Charlie "Lucky" Luciano y Meyer Lansky

Sabiduría de Meyer Lansky.

Pero antes veamos algunas muestras de la sabiduría de Lansky.

No por gusto a Meyer se le achacó el ser el transformador del crimen organizado en una gran empresa.  Y eso solo podía deberse a su inteligencia natural.

Meyer Lansky siempre repetía la frase de Luciano: "En esta vida, lo único importante es no ser nunca el muerto". Y otra que repetía mucho era:   "No digas una mentira, porque entonces tendrás que decir otra mentira para componer la anterior",y "No te preocupes, no te preocupes. Mira a los Astors y a los Vanderbilts, toda esa gente de la alta sociedad. Ellos fueron los peores ladrones, y míralos ahora. Todo es cuestión de tiempo."  O "Todo lo que tienes que hacer es reconocer la oportunidad", "Nosotros somos más grandes que la U.S. Steel" (entonces la compañía más poderosa de Estados Unidos, comparada con el crimen organizado), refiriéndose al trabajo de la mafia dijo: "Por supuesto que era muy divertido, y muy rentable también".

Lansky decía que lo único que un hombre no podía perder eran los estribos. Hombre que perdía los estribos no veía más allá de su su nariz; y que el otro órgano que uno debía cuidarse mucho era la boca. No sólo de lo que debía decir; sino sobre todo de lo que debía callar. El secreto estaba en no hablar más de lo que se debía.

Una conversación que mantiene el mafioso judío Meyer Lansky con el expresidente de Cuba Fulgencio Batista, ya ambos en Estados Unidos,  al que le dice: “desde el 1 de enero de 1959, somos como murciélagos en un burdel”, es decir, que estaban perdidos, extraviados, como pudiera estarlo uno de esos bichos voladores en una casa de putas.

Laocio, un pensador, sabio, filósofo y gran humanista chino, fundador del taoísmo dijo:  "Comprender a los demás es sabio, comprenderse a uno mismo es estar iluminado. El que vence a los otros es fuerte, pero el que se vence a sí mismo es poderoso."  Ese don lo tenía Meyer Lansky.

Salvatore Lucania, Capo di tutti capi.

Capo di tutti capi es una expresión en italiano para referirse al jefe de jefes en las organizaciones criminales, primordialmente de la mafia estadounidense de los italoamericanos en el siglo XX.

Por ahi han pasado, Giuseppe Morello, Joe Masseria y Salvatore Maranzano, Frank Costello, Carlo Gambino, Joseph Bonanno, Vito Genovese, John Gotti y Joseph Massino, han obtenido este título, pero de 1931 a 1946, y para la historia, Charles "Lucky Luciano", nacido como Salvatore Lucania es el que ha encarnado con más autenticidad esta clasificación y se le considera el padre del crimen organizado tal y como se le conoce hoy día.

Renglón aparte merece el caso del famoso “Lucky” Luciano y sus andanzas tropicales.

Salvatore Lucania, aquel niño que pegaba a otros niños del barrio para robarles la merienda y el dinero del almuerzo muchos años atrás, estaba a punto convertirse en el nuevo rey de la Mafia. Y fue Lucania el que hizo que la Mafia cambiara, lo que con la influencia y poder del crimen organizado en esos tiempos, hizo que también cambiara los Estados Unidos de América. Al Capone había modelado la imaginación y la leyenda norteamericana en torno a la figura del jefe criminal; las novelas y las películas se moldeaban en torno a Capone. Pero Charlie “Lucky” Luciano iba a moldear la realidad.

Y por supuesto que en Estados Unidos un criminal como Luciano terminaba tras las rejas.  Al concluir la II Guerra Mundial, como parte del compromiso del Gobierno norteamericano con La mafia neoyorquina por los servicios que prestaron los sindicatos de los muelles bajo el control de esa organización, en la rápida descarga de los buques que entraban y salían de esa terminal marítima, desde o para Europa, y servir de vigilantes ante sabotajes nazis, Luciano fue liberado de una condena que cumplía por tráfico de drogas, proxenetismo y juego ilegal y en reconocimiento a los servicios prestados a la democracia norteamericana.

Inmediatamente fue deportado de forma definitiva a su Sicilia natal. Pero “Lucky” no se resignaba a estar tan lejos de su imperio criminal en Norteamérica, por lo que preparó una evasión a su exilio forzoso ayudado por su lugarteniente Meyer Lansky, y convocó a celebrar una “cumbre” mafiosa en la “Esplendorosa Habana”, con el fin de discutir y definir su liderazgo, caminos a seguir y deudas a saldar, la que fue fijada para diciembre de 1946, en el “Hotel Nacional de Cuba”.

El viaje clandestino hacia La Habana era un paso lógico y necesario, ya que Cuba podría ser el territorio de expansión natural de las actividades criminales estadounidenses,porque en territorio cubano, el FBI y el Departamento de Estado estadounidenses no tenían jurisdicción:, la cercanía con Estados Unidos permitía viajes de los jefes mafiosos a voluntad, operando casi sin límites en La Habana y el resto de Cuba, era como hacer negocios en el patio de su propia casa.

Después de un peregrinar irrastreable para despistar a las autoridades de inmigración y el FBI, Luciano, finalmente arriba a Cuba a principios de diciembre, por la ciudad de Camagüey, en la región centro oriental de Cuba, donde lo espera Lansky y es invitado a una cena por un acaudalado político de la zona. Allí es donde por vez primera “Lucky” choca con la comida cubana y lo hace por todo lo grande, con una gran típica cena criolla con frijoles negros, arroz a la marinera, ensaladas criollas, aguacate y piña y jugosos pedazos de carne de cerdo asada al estilo cubano.

Hotel Nacional.

Después va a La Habana al Hotel Nacional y ocupa la suite 724 donde desde sus ventanas se extasía con el paisaje lleno de palmeras y de mar tan cercano a los Estados Unidos.

Esta reunión de La Habana fue el más grande de todas los conjuras mafiosas y a ella acudieron representantes de todas las “familias” y territorios, algo que se trata de recrear en la película “El Padrino II”, pero la ficción se quedó muy lejos de la realidad. Del 22 al 26 de diciembre de 1946, en el ballroom del hotel se efectuó este encuentro, para el cual y, como invitado especial concurrió Frank Sinatra (La Voz), quien rindió especial homenaje a su mentor Luciano.

Allí se dieron cita  prácticamente todos los pesos pesados, desde el omnipresente Albert Anastasia, “El ejecutor, hasta los jefes de las demás “Cinco Familias” de Nueva York: Joe Bonanno, Joe Profaci y Tommy Lucchese. También están presentes importantes nombres de Chicago como el mencionado Tony Accardo, Rocco y Charlie “Gatillo fácil” y Sam Giancana.

Frank Sinatra junto a los mafiosos Joe y Rocco Fischetti, en el bar habanero

Durante esos días no se consumieron caviar ni champañas, sino exquisitos enchilados de Cangrejos o Cobos, Pechugas de Flamenco al horno, estofado de Carey y asados de Tortuga con zumos de limón y ajo; Langostinos de Cojímar, Ostiones de Sagua, lascas de pescado Emperador al grillé y exquisitas chuletas de venado a la parrilla; además del exotismo de degustar carne de Manatí, especie oriunda de Cuba y en estado de extinción, toda una orgía gastronómica muy alejada de las costumbres  italianas o norteamericanas, se acompañaba de excelentes rones añejos cubanos, heladas cervezas del país y de los sin rival habanos Montecristo y Partagás.

La Conferencia de La Habana terminó de dar nueva organización a la Cosa Nostra y fue la última ocasión en que “Lucky” Luciano ejerció su poder para modelar el mundo del crimen según sus ideas.

Con el estómago más que satisfecho, se podían tomar las decisiones más complejas a entera satisfacción. En esta cumbre, fue ratificado como jefe del imperio mafioso, Luciano, el cual quedó enamorado de la “Bella Habana”.

Mientras había sido el líder del mundo del crimen, “Lucky” Luciano no incurrió en el error de Al Capone, que fue dejarse arrastrar por la fama, que fue la principal causa del empeño de  las autoridades estadounidenses para encarcelar a Capone, ya que un delincuente de esa talla no podía ser popular.

A causa de ese amor por La Habana, Luciano recorría a diario los más lujosos cabarets, restaurantes, el  hipódromo y otros de sus negocios, pereo de forma  tan desenfrenada y pública que tanto las autoridades cubanas como el FBI, contaron con todos los elementos para forzar a salir del capo mafioso, por alguna vía, a pesar de las presiones que ejercían los grupos mafiosos de Cuba en favor de su jefe.

A la salida de un restaurante de comida criolla, en el barrio del Vedado de La Habana, fue arrestado para su deportación a Italia, Charles “Lucky” Luciano, así tuvo su última cena o almuerzo, y su gusto por la comida cubana le pasó factura a uno de los gánsters más famosos de la historia de La Mafia.

El número 29 de la calle 30, en el reparto de Miramar en La Habana, la antigua residencia de Luciano, se mantiene el escudo que desde hace muchos años decora la fachada y que dice: "Fierro al fierro"

De ahí en lo adelante Meyer Lansky sería el ejecutor de todos los negocios.
Luciano murió en Italia en 1964, pero al menos hasta los años setenta, la Cosa Nostra remodelada por él tuvo un papel importante en el desarrollo de la sociedad estadounidense, hasta el punto de que a finales de los noventa la revista Time reconoció a Luciano como uno de los veinte personajes más influyentes de la nación durante el siglo XX.

Luciano dijo: “De volver a vivir, lo haría por lo legal. Aprendí demasiado tarde que necesitas exactamente el mismo cerebro para ganar un millón con el crimen que para ganar un millón honradamente. En estos días, te postulas para un puesto y obtienes una licencia con la que robarle al público. Si pudiera vivir de nuevo, me aseguraría de conseguir esa licencia antes que ninguna otra cosa”.

Sin duda ha sido el único merecedor del título de “Capo di tutti capi”.

La presencia italiana en Cuba en los años 50 y 60, al margen de la mafia.

No se si es la época en que transcurrió mi adolescencia y juventud, y por eso lo tengo como una era de mucho impacto en Cuba de las cosas italianas, pero lo cierto es que hay muchas manifestaciones que nos llevan a dar por cierto esta visión personal.

En primer lugar se erigieron en eternos símbolos de la sensualidad latina famosas actrices como Silvana Pampanini (asumo que de ella viene la expresión: ¡despampanante!), Silvana Mangano, Claudia Cardinale (declara que se negó entre risas a los requerimientos de Marlon Brando, quien intentó seducirla en un hotel de Roma en 1967, y que después se arrepintió) , Monica Vitti, Gina Lollobrigida (Estudié pintura y escultura en la escuela y me hice actriz por error...), Mónica Bellucci, Giulietta Masina, Anna Magnani (temperamental, supersticiosa, volcánica, hipocondríaca, fumadora de cigarros y vidente, Tennessee Williams dijo "Nunca vi una mujer más hermosa, de ojos tan grandes y piel como el jabón Devonshire) y Sofía Loren (Todo lo que ven, se lo debo a los espagueti.).
Gina Lollobrigida
 
Y por la parte masculina destacan los inmensos Ugo Tognazzi, Marcello Mastroianni, Vittorio Gassman, Franco Nero, Nino Manfredi, Alberto Sordi, que lo mismo nos hacían reír que llorar,  y los directores que no pasan de moda y dejaron su impronta en el cine mundial: Pier Paolo Pasolini, Vittorio de Sica, Luchino Visconti, Roberto Rossellini, Michelangelo Antonioni, Pietro Germi , Dino Risi y Federico Fellini.  

Pero apenas comenzados los años 60 se exhiben nuevos filmes italianos, los cuales se quedaron en la memoria afectiva de los que vivimos esa época. Asimismo, los espacios sonoros fueron oportunamente cubiertos por ritmos y voces como Gigliola Cinquetti, Peppino di Capri, Salvatore Ádamo Mina y Gianni Morandi.

Italia es un país con un patrimonio cultural y artístico inmenso, lleno de artistas extraordinarios. Gran cantidad de cantantes italianos han sido destacados tanto en su propio país como en el resto del mundo. Además muchos de los cantantes italianos han traducido sus éxitos a otras lenguas, como el inglés o el español, y todos con gran éxito y aceptación.

Reforzando el planteamiento anterior, en Cuba en particular pegaron con mucha fuerza Ernesto Bonino con la inolvidable Noche de LLuvia (lluvia que golpeas mi ventana con tu suave tintineo…) y Renato Carosone, uno de los más importantes representantes de la música napolitana (La pansé, La Donna Riccia, Ricordate Marcellino, Piccolísima serenata, Mambo italiano, entre decenas de éxitos).  Ambos, que actuaban muy a menudo en Cuba tuvieron un éxito sensacional.  Y aunque nunca estuvo en Cuba, que yo conozca, Domenico Modugno era uno de los preferidos, al igual que Rita Pavone, una mimada de la juventud y el trascendental Nicola di Bari. Y ni hablar de la influencia de la canción italiana en las baladas de la triunfadora Martha Strada, que hasta cara de italiana tenía, pero era tan cubana como las palmas.

También es prudente hablar de la vedette cubana Chelo Alonso, la cual hizo fama en la Italia de los 50,  y otros artistas italianos que no he mencionado se hicieron aplaudir aquí: Katyna Ranieri, la bellísima Tina de Mola impacta a la teleaudiencia con lo que muchos recuerdan como el primer close up de la TV cubana. Esa cantante vino contratada por CMQ-Canal 6, y cuando finalizó sus compromisos con esa televisora pasó a trabajar a Tele Mundo-Canal 2, propiedad del calabrés Amadeo Barletta, que manejaba unas 15 empresas con un capital de más de 40 millones de dólares y que, se dice, representaba a la mafia italiana en sus negocios con fachada legal en Cuba, lo que nunca ha podido comprobarse.
Chelo Alonso arrasó en Italia.

Tal como Joseph Stalin había interferido en la cultura de la Unión Soviética en años anteriores, Fidel Castro prohibió la música rock en 1961, por ser una corruptora influencia norteamericana que no podía ocupar un lugar en la nueva Cuba comunista, una posición que irónicamente estaba en contradicción con la propia visión liberal de Karl Marx con respecto a la cultura y las artes, con independencia de que los grupos internacionales de rock habían abrazado en general una ideología de izquierda.

La escena del rock en Cuba fue usualmente percibida como limitada y clandestina, debido a la desaprobación oficial del régimen, pero músicos como el guitarrista Franco Laganá, italiano que participó en el renombrado grupo de Renato Carosone, fue un temprano exponente de la influencia norteamericana en Cuba en los comienzos de los años 60.

Y del cine quién no recuerda películas tan taquilleras y populares como La Dulce Vida, Divorcio a la Italiana, El Bello Antonio,  Humo de Londres, La Strada, Arroz Amargo, El ladrón de Bicicletas, Roma ciudad abierta, Los Monstruos, Por gracia recibida, 8 y medio, Rocco y sus hermanos, La Rosa tatuada, Mamma Roma, Accatone, Las noches de Cabiria, y muchas otras, que eran bien recibidas por el público cubano, tanto por su comicidad y cercanía al carácter cubano como por su profundidad y muestra de la ola del neorrealismo italiano, que tanta influencia tuvo en el cine cubano posteriormente, pues casi todos nuestros cineastas se formaron en Cinecitta, en Roma.


Cocina italiana en Cuba

Si de influencias aceptadas se trata, es indispensable decir que la cocina cubana tiene su mayor influencia histórica en la española y su mezcla con las distintas corrientes africanas que nos llegaron, pero es predominantemente española. Sin embargo y sobre todo desde hace más de medio siglo, diversas son las recetas de cocina italiana presentes en el menú de los cubanos.

En las décadas del 40 y el 50 del siglo XX, la cocina italiana era bastante desconocida en Cuba, aunque existían algunos restaurantes, como “La Piccola Italia”, en la calle Consulado; el “Frascati”, en el Prado, así como en el Vedado “La Romanita”, “Doña Rosina” y “Montecatini”, éste último mi preferido, que yo recuerde.  

Todavía no eran populares o no tenía masividad el consumo de las pizzas y la manifestación culinaria italiana más cercana a la población eran las pizzetas de los “Ten Cents”, donde hacían muy sabrosos club sandwich o ensaladas, pero las pizzetas eran infames.  También en las casas se comían algún tipo de pastas, fundamentalmente macarrones y espaguetis.
La influencia más importante de comida italiana en Cuba llegó tras el triunfo de la Revolución.
Recuerdo la primera pizzería, “Vita Nuova” en L y 19 y lo impresionante de la calidad y variedad de su oferta. A partir de esa fecha abrieron centenares de establecimientos estatales que ofrecían principalmente pizzas, spaghetti, canelones y lasañas, ostentando nombres como “Florencia”, “Venecia”, , “Sorrento”, “El Italiano” y otros.  Fue como una fiebre gastronómica nacional donde cada ciudad o poblado se sentía rebajado si no tenía su instalación al estilo italiano. En todos los barrios había una pizzería.  En un primer momento le hacían competencia a los populares “Pío-Pío” de pollo frito o a los “Mar-Init” de pescados y productos del mar., pero al final las pizzerías ganaron por dos razones: eran más baratas y el pollo y el pescado se fueron desapareciendo.

Después la pizza adquiere en Cuba no sólo categoría de plato insignia de las comidas rápidas, sino que se ha cubanizado tanto que es ya casi tan popular como el congrí, los tostones, el pan con lechón y el pan con bistec o con minuta de pescado (los que también fueron extinguiéndose poco a poco),  y mucho más rápida y fácil de hacer.

Me refiero, desde luego, a una pizza adaptada al paladar y a la idiosincrasia del cubano.
La pizza italiana original crece poco y generalmente sale del horno con más cuerpo. Es decir, la pizza italiana es más sólida, no muy alta, realmente gustosa. Coloquialmente, se usa una expresión no despectiva que dice: la pizza italiana parece una “galleta”.
La cubana es más pequeña que la italiana, pero más gruesa; menos crujiente y sí más esponjosa, más suave. Los condimentos y el queso son diferentes en una y en otra. Los espaguetis son el acompañamiento ideal de la pizza para el cubano y a muchos les gusta que estén sobrecocidos y no al dente, y siempre hechos con pasta de tomate, al estilo napolitano.  Y también pueden ser acompañados de una crema de queso, también al estilo cubano.

Pero para hacerlo con exactitud, la cocina italiana que se conoce o es masiva en Cuba, es de una cocina de pastas, que es solo una parte de la cocina italiana. La italiana es una cocina riquísima que acusa por regiones rasgos que la distinguen y diferencian. Es tan variada, que si un restaurante se propusiera un plato italiano a la semana, tardaría muchísimos años en agotar el recetario.

Ahora veamos algunas particularidades de los inventos cubanos con la cocina italiana.

-La pizza tiene que estar precedida de unos espaguetis.

-Se le puede añadir catsup a las pastas.

-Cocinar las pastas en agua con aceite.

-Acompañar los espaguetis con salsa napolitana casi exclusivamente.

-Usar pollo o pescado como ingrediente en un plato de pastas.

-Emplear manteles a cuadros rojos y blancos para imitar los que hemos visto en películas.

-Pedir un café capuchino después de comer, cosa que no es nada usual en Cuba.

El cubano no ha aprendido todavía que  las pastas deben cocinarse al dente y nunca cortarlas con los cubiertos, triste costumbre que se transmite de padres a hijos.

Por supuesto que muchos restaurantes italianos ofrecen muchos otras recetas italianas, que son de gusto del cubano, como son la lasaña, los canelones, los raviolis, el risotto en todas sus variantes  y otros que por su elaboración no han alcanzado la categoría de populares, como pudiera ser el Minestrone, fácil de hacer y con los ingredientes al alcance del cubano.  Tampoco los cubanos, tan adictos a la pizza no hemos descubierto ni el Calzone ni el Panini, que son ligeras variaciones de la pizza.

Sí es ansiado por el cubano las pastas a la boloñesa, pero no acostumbramos comer una receta exquisita, los espaguetis a la carbonara.

Y sin embargo no hemos hablado del hígado a la italiana, uno de los platos preferidos del cubano, así que no todo es pasta en la cocina italiana. Y no sabíamos que el origen del bistec empanizado no es más que la milanesa italiana.

Los viejos restaurantes de La Habana, siguen ahí, como si nada hubiera pasado y son sobrevivientes porque son propiedad estatal, por lo que cuentan con tradición y trabajadores estoicos, pero no se esfuerzan siquiera en competir. Los restaurantes privados, dan mejor comida y más barata, y es por eso que la gente prefiere ir a una "paladar" y disfrutar, en un ambiente más cálido y relajado, una mejor comida y atención, lo que incluye a los restaurantes de comida italiana.
Castel Nuovo mantiene la tradición.

Tengo que hacer una salvedad, a lo mejor hay otras, mi hijo y mi nuera fueron recientemente a Varadero, y aunque estaban hospedados en un hotel con la modalidad de "todo incluido", quisieron probar suerte en la famosa pizzería Castel Nuovo y no perdieron ni el tiempo ni el dinero. Todo estaba exquisito y la pizza igual a como se la comía mi hijo hace 40 años.  Una honrosa excepción que vale la pena mencionar. Al final no es pizza italiana, ni argentina, ni norteamericana, sino cubana, probablemente un poco más parecida a las pizzas neoyorquinas que comí en Miami.

Parece que tengo el mismo gusto culinario que  Vito Corleone y sus correligionarios.

Cada vez que hablo de este tema de la película y el libro El Padrino de Mario Puzo, no puedo dejar de acordarme de los espaguetis que preparaba el gordo Clemenza en una olla grandísima, con unas albóndigas con mucho puré de tomate, cebolla y ajo y después hizo algo que me impactó: le echó una botella completa de vino tinto. Se me abre el apetito cuando lo recuerdo.


Sin duda la gastronomía italiana, como todas las mediterráneas, está entre las mejores del mundo.
Mi cercanía con los italianos.

Realmente, salvo el italiano dueño de una cafetería situada en la calle Amistad, donde me tomaba cada vez que pasaba por allí, y lo hacía mucho porque trabajaba cerca, un exquisito café con leche y pan con mantequilla, que el italiano con mucha gracia llamaba: “pan con mantequilla suiza”.  Ya estaba en el poder la revolución y el italiano, reiteradamente, se quejaba de la situación, de que cada día su negocio iba a la bancarrota porque no conseguía lo necesario para mantener su hasta entonces alta venta de sandwiches cubanos, echándole la culpa al que la tenía, al gobierno y sus ansias de controlarlo todo.  

Y de muy cerca tuve a Delarra, que aunque no era italiano, ni muy amigo personal mío, era el hermano mayor de José Manuel, compañero de estudios en la primaria y en la Fundación Villate, donde había estudiado su hermano como alumno destacado en pintura y escultura.

José Ramón De Lázaro Bencomo, conocido como José Delarra, siete años mayor que yo, vivía a tres cuadras de mi casa, y muy cerca de mi cine preferido, el Edison y con los años se convertiría en un famoso artista plástico.

Gracias a su su talento, gana becas y culmina sus estudios en Madrid y Florencia. Es durante su estancia en Europa  que recibe las enseñanzas de grandes escultores como José Clará (en Barcelona) y Victorio Macho en Toledo y realiza prácticas artísticas como  copista en el Museo del Prado de Madrid, y de ayudante y alumno del escultor Antonio Berti en la Escuela de Bellas Artes de Florencia.

Entonces comienza a usar el nombre artístico de Delarra y a su regreso a Cuba ejerce como  director de la Academia de San Alejandro;  profesor suplente de escultura en los talleres vocacionales de arte en la Escuela Villate; Director de Artes Plásticas de la provincia de La Habana, creador de centros de cultura, conferencista  y personaje de la cultura de mucho empuje y reconocimiento.

Son famosas sus obras: Monumento a la Historia de México en Cancún, Inaugurado en 1981 por el presidente de la república, José López Portillo, que enaltece la historia nacional a través de grabados de los personajes históricos de máxima relevancia. Debido a su forma, popularmente se le conoció desde su inauguración como "Monumento a la Licuadora"; el Monumento a José Martí y primer monumento diseñado por José Delarra fuera de Cuba, en 1978, que alusivo al poeta cubano, los cancunenses le bautizaron con el nombre de monumento "Los Plátanos. Su obra está distribuida en cerca de 40 países, entre ellos Angola y República Dominicana  México, Japón, España, Ecuador y Uruguay.   Otras obras del escultor José Delarra son el busto a Enrique Núñez Rodríguez y el dedicado a José Martí en Quemado de Güines, La cabeza monumental de Engels en Pinar del Río, la figura de Máximo Gómez en Camagüey, el monumento al descarrilamiento del tren blindado y el Monumento al Che en Santa Clara, las plazas de la Revolución de Bayamo y Holguín, y muchos otros.

El mismo se consideraba un escultor que pintaba; “dibujar no, porque es la columna vertebral de las artes plásticas” , afirmaba. Para él, todo artífice que se dedicara al arte de la escultura, debía y tenía que ser un buen dibujante.

Y digo que me acercó a Italia porque sentía gran pasión por ese país y como prueba de ello introdujo un sinfín de platos italianos en la cocina de su casa.

Y del Montecatini, Doña Rosina y centenares de pizzerías ni voy a hablar, ahí es donde, junto con el cine, más me he acercado a Italia.

Pero si me piden nombrar tres cosas por la que amo a Italia, tendré que decir cuatro: Fellini, Pavarotti, los espaguetis a la boloñesa y el pichón de italiano más destacado, Frank Sinatra.












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